jueves, 26 de marzo de 2015

La ida adentro

La ida adentro
                                        Por: “El sujeto que miraba a R. Crock”

Él era R. Crock. Se dedicaba a escribir.No sé si por neurosis o por gusto. Era una persona que sólo podía hacer eso, o por lo menos siempre que se le veía estaba escribiendo o caminando; siempre estaba solo. Por eso un día decidí seguirlo.

Decidí esperar a la mañana del día siguiente, esperé recargado en el poste de la esquina de su casa.Desde ahí vi como se sentaba en su escritorio, pude ver sus gafas que siempre ocultaban sus ojos, reconocí su cabellera despeinada y la barba descuidada, pude ver su andar encorvado y todos los demás indicios que estereotipan a los indigentes o a los profesores universitarios, aunque en su caso creo que no era ninguno de los dos; se sentó en su escritorio   y  frente a él había un montón de papeles revueltos, hojas de distintos tamaños y colores ,acomodadas en pilas de distintos tamaños, algunas eran tan altas que parecían estar a punto de desplomarse, otras eran pequeñas y de bases firmes, toda una obra arquitectónica futurista sin duda.

 De esta forma Crock encendió un cigarrillo, le dio un trago a una botella de whisky -a pesar de la distancia sabía que era una botaella de whisky, un Jhonny Walker etiqueta roja, justo como el que bebía  mi abuelo- y después de hacer un gesto que expresaba como el licor pasaba quemando por su garganta hasta llegar y asentarse en su estómago, empezó a atacar enérgicamente algunas de  las hojas con una pluma. – ¿Qué escribirá?- me dije, bueno eso tal vez jamás lo sepa.

Ha pasado un rato desde que empezó a  escribir, solo se detiene a breves intervalos para poder dar sorbos a su botella de whisky, y entonces…, algo pasa, ha dejado de escribir, está pasmado, solo mira a través de la ventana, la botella de licor calló al suelo, el cigarro sobre las hojas, uno de los rascacielos se ha desplomado, mientras, sus ojos miran fijamente al frente, es como sí mirara  figuras invisibles que solo él puede ver. Entonces  de un salto se levanta y, después de un momento no muy largo, sale por la puerta  de su casa y comienza a caminar en dirección hacia mí,  -Diablos!!- quizá me vio, no hay más que hacer; veo como se aproxima hacia mí con el ceño fruncido y los puños apretados, creo que nunca había visto esa expresión en él, o bueno, la verdad es que nunca le había dado importancia a sus gestos hasta esta mañana. Por fin está aquí, frente a mí, me mira a los ojos, yo miro los suyos, y entonces abre la boca y con un aliento alcohólico me dice: -buenos días-. Y sigue su camino.

-¿Qué diablos pasó?, ¿eso es todo?-me dije a mí mismo. Bueno, una vez superada aquella ruptura de expectativas, decidí continuar con mi misión y seguirlo, descubrir que hacía. Así que empezó la caminata. Para el momento en que empecé a seguirlo él ya me aventajaba por un poco más de media calle, pensándolo bien la distancia era perfecta, no se daría cuenta de que alguien lo sigue; ese pensamiento me llevó a voltear la cabeza instintivamente y  cerciorarme de que nadie me seguía a mí a media calle de distancia, vi a los transeúntes: mujeres, hombres, niños, animales. Me pareció que nadie me seguía, así que pude continuar tranquilo con mi propósito.

La ciudad no era muy grande, si es que en realidad se le podía llamar ciudad, era una especie de pueblo “grande”: un centro comercial, un par de parques,  los edificios, la casas, todo tan gris, tan aburrido, tan… no sé porque nunca me suicide, quizá era mejor seguir tipos y volverse una especie de boyero que suicidarse… en fin. No hace falta mucho tiempo para llegar de un extremo de la ciudad al otro, 40 minutos o una hora a pie es suficiente. Para este momento es más o menos el tiempo que Crock y yo hemos estado caminando “juntos”, ya alcanzamos a vislumbrar el borde de la ciudad y su colindancia con el viejo bosque, al mirarlo no puedo evitar recordar a mi madre diciendo: -ten cuidado con el bosque ,muchas personas se han perdido-, no puedo evitar recordar un dibujo que alguna vez vi en una historieta sobre el bosque donde ,en la base de un árbol viejo y seco, se encontraba un señalamiento que decía: “no alimente al desquiciado”, ¿qué es un desquiciado? ¿Crock lo es? O acaso ¿yo lo soy?, la voz de mi madre suena una vez más en mis recuerdos:- Tu problema es que amas demasiado-.

El viejo Crock entró al bosque, y yo junto con él, por extraño que parezca aun no nota mi presencia. Comienza a caminar en línea recta, luego da vuelta a la izquierda, vuelta a la derecha, línea recta…vuelta otra vez,- maldita sea, tal vez sabe que lo sigo, tal vez intenta perderme-, izquierda, izquierda, derecha, recta…y, lo perdí, ahora estoy solo , en el bosque, perdido, justo como mi madre lo dijo. Escucho el ruido de las ardillas, el cantar de las aves, el viento a través de los árboles, todos los sonidos que alguien escucha cuando se compra uno de esos Cd´s de meditación zen. Debería estar calmado y relajarme en la naturaleza, pero no puedo. Me siento desesperado, solo y perdido, ¿se supone que así debe sentirse alguien al meditar?, no puedo responder a esa pregunta, no puedo quedarme aquí. Escucho el ruido de agua fluyendo, tal vez es el arroyo que atraviesa al bosque, trataré de dar con él.

He estado caminando alrededor de  no sé cuánto tiempo,  para eso sirven los relojes, para cuando estás perdido en el bosque, para qué sepas que hora es cuando no hay nadie a quien preguntar, cuando hay tantos árboles que no puedes ver el sol a través de sus copas, deberían poner  eso en los comerciales de relojes: swatch para cuando este solo en el bosque, tal vez funcionaría, no lo sé.

Empiezo a sentir hambre y sed, no sé qué tan lejos estará el arroyo, para ser honesto nunca lo he visto, solo alguien alguna vez me dijo que existía, pero en este punto no sé  si realmente escucho el fluir del agua o si solo  es mi mente.

Después de deambular (he decidido que deambulo y no camino, ya que el caminar siempre es con consciencia ,sabes a dónde vas, como en el día , en la vigilia uno siempre sabe a dónde va, a donde camina, pero durante las noches los sonámbulos deambulan, no saben a dónde van, solo mueven sus piernas en ese repetitivo acto de levantar una pierna ponerla perpendicularmente frente a la otra pierna y bajarla hasta topar con el suelo, ese movimiento de alternancia entre una pierna y otra  produce el andar sin sentido, sin rumbo, del sonámbulo: el deambular)  durante mucho e indefinido tiempo al fin encontré el arroyo. Es una especie de riachuelo , de orilla a orilla a de medir un metro y medio, no más; hay un viejo árbol que pasa sobre él a manera de puente y hay un conejo que bebe agua metiendo su pequeña cabeza al arroyo, me recordó al gato de ella, de nuevo la voz de mi madre:- amas demasiado-. 

Empecé a beber  el agua del arroyo con mis manos, después me lave la cara. Estar ahí, en el arroyo, me produjo cierta tranquilidad, cierta paz, olvide todo. Dicho momento no duró demasiado y no pude evitar pensar en el señor Crock, ¿dónde estará? , ¿Qué estará haciendo? En ese momento me di cuenta de que junto a mi pierna, escondida entre la yerba del borde del arroyo, había una botella de etiqueta roja, justo como la que bebía el señor Crock, justo como la que bebía mi abuelo. En este punto decidí llenarla de agua y encaminarme a salir del bosque; no alimente al desquiciado, pensé, espero no haberlo hecho.

La ida al bosque fue un error, no debí seguir al viejo Crock, ¿tan aburrido estaba?, ¿Qué estaba pensando? ¿Qué esperaba encontrar?, no tengo idea.

 Una vez que empecé a caminar (no sé si camino, pero lo intento, en el peor de los casos aún deambulo), tuve que elegir una dirección, decidí seguir el cauce del arroyo, eso es lo único bueno que me dejo perder el tiempo viendo programas de televisión sobre supervivencia, si hay agua hay gente. No puedo estar muy lejos.

 El tiempo ha transcurrido desde que camino, y aun no le veo fin al arroyo, como quisiera estar en mi casa, como quisiera no haber salido hoy, como quisiera no sentirme como me siento, ¿cómo sé que esto no es un mal sueño?, ¿cómo sé que …, como quisiera saber, tener certeza de algo, haber encontrado una sola certeza en mi vida, como quisiera que las cosas hubieran sido diferentes. Recuerdo cuando empecé a escribir, estaba muy deprimido y, por alguna razón, decidí que si no podía hablarle le escribiría, aunque jamás fuera a leerlo,  le escribí una carta que creativamente llamé carta a (insertar nombre) 1, en dicha carta yo expresaba mi sentir, pedía disculpas, pedía oportunidades… al poco rato la carta se convirtió en una historia, una historia que no iba a ningún lugar, sobre un arqueólogo o algo así que se adentraba en una catacumba, ni si quiera la terminé. Pero descubrí algo, descubrí que al escribir, aunque nadie lo leyera, aunque fuera para alguien que nunca jamás lo sabría, me ayudaba a llevar el tiempo, era una especie de terapia, sublimación en su estado más puro en términos freudianos. Así fue como empecé a escribir, empecé a deambular a través de un mundo de signos, de palabras, deambular sí, pero con un rumbo fijo, un rumbo fijo, constante y directo hacía ningún lugar.

La escritura de algún modo me había dado algo, o yo le había dado algo a ella, no puedo saber si yo la hago a ella, o si ella me hace a mí. La escritura fluye, como un arroyo, te desespera, te pierde, es laberíntica. Hasta que una mañana te levantas y después de desayunar (un cigarro y media botella de whisky), después de garabatear, de escribir, en distintas hojas, te das cuenta de que un maldito sujeto está espiándote por la ventana. Por eso decidí ir al bosque, para perderlo, para que viera lo que puede llegar a ser, para que se diera cuenta de lo que puede llegar a hacer, para que se pierda y se encuentre, para que no importa que pase , nunca , nunca jamás , alimente al desquiciado.


El día trece de abril de 1965 encontraron el cuerpo de un hombre flotando en el arroyo de la ciudad de Sudenspring, Colorado, E.U. El hombre no llevaba ninguna identificación, solo se le encontró una botella de whisky Jhonny Walker etiqueta roja, una pequeña libreta negra  con varias notas y hojas arrancadas, además de eso llevaba una pluma morada de tinta negra.